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Vuelva usted mañana de Larra

En la entrada "El vuelva usted mañana visto desde dentro" explicaba mi punto de vista, como funcionario que lleva varios años trabajando en distintas administraciones, que también ha trabajado en la privada, sobre la degradación que lleva sufriendo la imágen del colectivo de funcionaros frente a buena parte de la opinión pública, y de cómo esta degradación viene siendo arrastrada desde hace dos siglos, a raiz de un célebre artículo escrito por Larra: "Vuelva usted mañana".

Al final del artículo expresaba mi opinión de que éste, pese a haber creado un tópico alrededor de la figura del funcionario, ha sido malentendido, y que su verdadero mensaje era criticar la falta de competitividad de un país, mensaje que por otro lado sigue siendo de gran actualidad. En esta entrada os reproduzco el texto íntegro del artículo para que os podais formar vuestra propia opinión.


Vuelva usted mañana (Artículo del bachiller)

El Pobrecito Hablador, 14 de enero de 1833

Gran persona debió de ser el primero que llamó pecado mortal a la pereza; nosotros, que ya en uno de nuestros artículos anteriores estuvimos más serios de lo que nunca nos habíamos propuesto, no entraremos ahora en largas y profundas investigaciones acerca de la historia de este pecado, por más que conozcamos que hay pecados que pican en historia, y que la historia de los pecados sería un tanto cuanto divertida. Convengamos solamente en que esta institución ha cerrado y cerrará las puertas del cielo a más de un cristiano.

Estas reflexiones hacía yo casualmente no hace muchos días, cuando se presentó en mi casa un extranjero de éstos que, en buena o en mala parte, han de tener siempre de nuestro país una idea exagerada e hiperbólica, de éstos que, o creen que los hombres aquí son todavía los espléndidos, francos, generosos y caballerescos seres de hace dos siglos, o que son aún las tribus nómadas del otro lado del Atlante: en el primer caso vienen imaginando que nuestro carácter se conserva tan intacto como nuestra ruina; en el segundo vienen temblando por esos caminos, y preguntan si son los ladrones que los han de despojar los individuos de algún cuerpo de guardia establecido precisamente para defenderlos de los azares de un camino, comunes a todos los países.

Verdad es que nuestro país no es de aquellos que se conocen a primera ni a segunda vista, y si no temiéramos que nos llamasen atrevidos, lo compararíamos de buena gana a esos juegos de manos sorprendentes e inescrutables para el que ignora su artificio, que estribando en una grandísima bagatela, suelen después de sabidos dejar asombrado de su poca perspicacia al mismo que se devanó los sesos por buscarles causas extrañas. Muchas veces la falta de una causa determinante en las cosas nos hace creer que debe de haber las profundas para mantenerlas al abrigo de nuestra penetración. Tal es el orgullo del hombre, que más quiere declarar en alta voz que las cosas son incomprensibles cuando no las comprende él, que confesar que el ignorarlas puede depender de su torpeza.

Esto no obstante, como quiera que entre nosotros mismos se hallen muchos en esta ignorancia de los verdaderos resortes que nos mueven, no tendremos derecho para extrañar que los extranjeros no los puedan tan fácilmente penetrar.

Un extranjero de éstos fue el que se presentó en mi casa, provisto de competentes cartas de recomendación para mi persona. Asuntos intrincados de familia, reclamaciones futuras, y aun proyectos vastos concebidos en Paris de invertir aquí sus cuantiosos caudales en tal cual especulación industriel o mercantil, eran los motivos que a nuestra patria le conducían.

Acostumbrado a la actividad en que viven nuestros vecinos, me aseguró formalmente que pensaba permanecer aquí muy poco tiempo, sobre todo si no encontraba pronto objeto seguro en que invertir su capital. Parecióme el extranjero digno de alguna consideración, trabé presto amistad con él, y lleno de lástima traté de persuadirle a que se volviese a su casa cuanto antes, siempre que seriamente trajese otro fin que no fuese el de pasearse. Admiróle la proposición, y fue preciso explicarme más claro.

-Mirad- le dije-, monsieur Sans-délai, que así se llamaba; vos venís decidido a pasar quince días, y a solventar en ellos vuestros asuntos.

-Ciertamente- me contestó-. Quince días, y es mucho. Mañana por la mañana buscamos un genealogista para mis asuntos de familia; por la tarde revuelve sus libros, busca mis ascendientes, y por la noche ya sé quién soy. En cuanto a mis reclamaciones, pasado mañana las presento fundadas en los datos que aquél me dé, legalizadas en debida forma; y como será una cosa clara y de justicia innegable (pues sólo en este caso haré valer mis derechos), al tercer día se juzga el caso y soy dueño de lo mío. En cuanto a mis especulaciones, en que pienso invertir mis caudales, al cuarto día ya habré presentado mis proposiciones. Serán buenas o malas, y admitidas o desechadas en el acto, y son cinco días; en el sexto, séptimo y octavo, veo lo que hay que ver en Madrid; descanso el noveno; el décimo tomo mi asiento en la diligencia, si no me conviene estar más tiempo aquí, y me vuelvo a mi casa; aún me sobran de los quince cinco días.

Al llegar aquí monsieur Sans-délai, traté de reprimir una carcajada que me andaba retozando ya hacía rato en el cuerpo, y si mi educación logró sofocar mi inoportuna jovialidad, no fue bastante a impedir que se asomase a mis labios una suave sonrisa de asombro y de lástima que sus planes ejecutivos me sacaban al rostro mal de mi grado.

-Permitidme, monsieur Sans-délai- le dije entre socarrón y formal-, permitidme que os convide a comer para el día en que llevéis quince meses de estancia en Madrid.
-¿Cómo?
-Dentro de quince meses estáis aquí todavía.
-¿Os burláis?
-No por cierto.
-¿No me podré marchar cuando quiera? ¡Cierto que la idea es graciosa!
-Sabed que no estáis en vuestro país activo y trabajador.
-Oh!, los españoles que han viajado por el extranjero han adquirido la costumbre de hablar mal [siempre] de su país por hacerse superiores a sus compatriotas.
-Os aseguro que en los quince días con que contáis, no habréis podido hablar siquiera a una sola de las personas cuya cooperación necesitáis.
-¡Hipérboles! Yo les comunicaré a todos mi actividad.
-Todos os comunicarán su inercia.

Conocí que no estaba el señor de Sans-délai muy dispuesto a dejarse convencer sino por la experiencia, y callé por entonces, bien seguro de que no tardarían mucho los hechos en hablar por mí.
Amaneció el día siguiente, y salimos entrambos a buscar un genealogista, lo cual sólo se pudo hacer preguntando de amigo en amigo y de conocido en conocido: encontrámosle por fin, y el buen señor, aturdido de ver nuestra precipitación, declaró francamente que necesitaba tomarse algún tiempo; instósele, y por mucho favor nos dijo definitivamente que nos diéramos una vuelta por allí dentro de unos días. Sonreíme y marchámonos. Pasaron tres días: fuimos.

-Vuelva usted mañana- nos respondió la criada-, porque el señor no se ha levantado todavía.
-Vuelva usted mañana- nos dijo al siguiente día-, porque el amo acaba de salir.
-Vuelva usted mañana- nos respondió el otro-, porque el amo está durmiendo la siesta.
-Vuelva usted mañana- nos respondió el lunes siguiente-, porque hoy ha ido a los toros.
-¿Qué día, a qué hora se ve a un español?
Vímosle por fin, y "Vuelva usted mañana -nos dijo-, porque se me ha olvidado. Vuelva usted mañana, porque no está en limpio".

A los quince días ya estuvo; pero mi amigo le había pedido una noticia del apellido Díez, y él había entendido Díaz, y la noticia no servía. Esperando nuevas pruebas, nada dije a mi amigo, desesperado ya de dar jamás con sus abuelos.

Es claro que faltando este principio no tuvieron lugar las reclamaciones.

Para las proposiciones que acerca de varios establecimientos y empresas utilísimas pensaba hacer, había sido preciso buscar un traductor; por los mismos pasos que el genealogista nos hizo pasar el traductor; de mañana en mañana nos llevó hasta el fin del mes. Averiguamos que necesitaba dinero diariamente para comer, con la mayor urgencia; sin embargo, nunca encontraba momento oportuno para trabajar. El escribiente hizo después otro tanto con las copias, sobre llenarlas de mentiras, porque un escribiente que sepa escribir no le hay en este país.

No paró aquí; un sastre tardó veinte días en hacerle un frac, que le había mandado llevarle en veinticuatro horas; el zapatero le obligó con su tardanza a comprar botas hechas; la planchadora necesitó quince días para plancharle una camisola; y el sombrerero a quien le había enviado su sombrero a variar el ala, le tuvo dos días con la cabeza al aire y sin salir de casa.

Sus conocidos y amigos no le asistían a una sola cita, ni avisaban cuando faltaban, ni respondían a sus esquelas. ¡Qué formalidad y qué exactitud!

-¿Qué os parece de esta tierra, monsieur Sans-délai?- le dije al llegar a estas pruebas.
-Me parece que son hombres singulares...
-Pues así son todos. No comerán por no llevar la comida a la boca.

Presentóse con todo, yendo y viniendo días, una proposición de mejoras para un ramo que no citaré, quedando recomendada eficacísimamente.
A los cuatro días volvimos a saber el éxito de nuestra pretensión.
-Vuelva usted mañana- nos dijo el portero-. El oficial de la mesa no ha venido hoy.
-Grande causa le habrá detenido- dije yo entre mí. Fuímonos a dar un paseo, y nos encontramos, ¡qué casualidad!, al oficial de la mesa en el Retiro, ocupadísimo en dar una vuelta con su señora al hermoso sol de los inviernos claros de Madrid.

Martes era el día siguiente, y nos dijo el portero: -Vuelva usted mañana, porque el señor oficial de la mesa no da audiencia hoy.
-Grandes negocios habrán cargado sobre él- dije yo.
Como soy el diablo y aun he sido duende, busqué ocasión de echar una ojeada por el agujero de una cerradura. Su señoría estaba echando un cigarrito al brasero, y con una charada del Correo entre manos que le debía costar trabajo el acertar.
-Es imposible verle hoy- le dije a mi compañero- su señoría está en efecto ocupadísimo.

Diónos audiencia el miércoles inmediato, y ¡qué fatalidad! el expediente había pasado a informe, por desgracia, a la única persona enemiga indispensable de monsieur y de su plan, porque era quien debía salir en él perjudicado. Vivió el expediente dos meses en informe, y vino tan informado como era de esperar. Verdad es que nosotros no habíamos podido encontrar empeño para una persona muy amiga del informante. Esta persona tenía unos ojos muy hermosos, los cuales sin duda alguna le hubieran convencido en sus ratos perdidos de la justicia de nuestra causa.

Vuelto de informe se cayó en la cuenta en la sección de nuestra bendita oficina de que el tal expediente no correspondía a aquel ramo; era preciso rectificar este pequeño error; pasóse al ramo, establecimiento y mesa correspondiente, y hétenos, caminando después de tres meses a la cola siempre de nuestro expediente, como hurón que busca el conejo, y sin poderlo sacar muerto ni vivo de la huronera. Fue el caso al llegar aquí que el expediente salió del primer establecimiento y nunca llegó al otro.
-De aquí se remitió con fecha de tantos- decían en uno.
-Aquí no ha llegado nada- decían en otro.
-¡Voto va!- dije yo a monsieur Sans-délai, ¿sabéis que nuestro expediente se ha quedado en el aire como el alma de Garibay, y que debe de estar ahora posado como una paloma sobre algún tejado de esta activa población?
Hubo que hacer otro. ¡Vuelta a los empeños! ¡Vuelta a la prisa! ¡Qué delirio!
-Es indispensable -dijo el oficial con voz campanuda-, que esas cosas vayan por sus trámites regulares.
Es decir, que el toque estaba, como el toque del ejercicio militar, en llevar nuestro expediente tantos o cuantos años de servicio.
Por último, después de cerca de medio año de subir y bajar, y estar a la firma o al informe, o a la aprobación, o al despacho, o debajo de la mesa, y de volver siempre mañana, salió con una notita al margen que decia:
«A pesar de la justicia y utilidad del plan del exponente, negado».
-¡Ah, ah!, monsieur Sans-délai -exclamé riéndome a carcajadas-; éste es nuestro negocio.

Pero monsieur Sans-délai se daba a todos los diablos. -¿Para esto he echado yo mi viaje tan largo? ¿Después de seis meses no habré conseguido sino que me digan en todas partes diariamente: Vuelva usted mañana, y cuando este dichoso mañana llega en fin, nos dicen redondamente que no? ¿Y vengo a darles dinero? ¡Y vengo a hacerles favor? Preciso es que la intriga más enredada se haya fraguado para oponerse a nuestras miras.
-¿Intriga, monsieur Sans-délai? No hay hombre capaz de seguir dos horas una intriga. La pereza es la verdadera intriga; os juro que no hay otra; ésa es la gran causa oculta; es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas.
Al llegar aquí, no quiero pasar en silencio algunas razones de las que me dieron para la anterior negativa, aunque sea una pequeña digresión.
-Ese hombre se va a perder- me decía un personaje muy grave y muy patriótico.
-Esa no es una razón- le repuse-: si él se arruina, nada, nada se habrá perdido en concederle lo que pide; él llevará el castigo de su osadía o de su ignorancia.
-¿Cómo ha de salir con su intención?
-Y suponga usted que quiere tirar su dinero y perderse, ¿no puede uno aquí morirse siquiera, sin tener un empeño para el oficial de la mesa?
-Puede perjudicar a los que hasta ahora han hecho de otra manera eso mismo que ese señor extranjero quiere.
-¿A los que lo han hecho de otra manera, es decir, peor?
-Si, pero lo han hecho.
-Sería lástima que se acabara el modo de hacer mal las cosas. ¿Con que, porque siempre se han hecho las cosas del modo peor posible, será preciso tener consideraciones con los perpetuadores del mal? Antes se debiera mirar si podrían perjudicar los antiguos al moderno.
-Así está establecido; así se ha hecho hasta aquí; así lo seguiremos haciendo.
-Por esa razón deberían darle a usted papilla todavía como cuando nació.
-En fin, señor Fígaro, es un extranjero.
-Y por qué no lo hacen los naturales del país?
-Con esas socaliñas vienen a sacarnos la sangre.
-Señor mío- exclamé, sin llevar más adelante mi paciencia-, está usted en un error harto general. Usted es como muchos que tienen la diabólica manía de empezar siempre por poner obstáculos a todo lo bueno, y el que pueda que los venza. Aquí tenemos el loco orgullo de no saber nada, de quererlo adivinar todo y no reconocer maestros. Las naciones que han tenido, ya que no el saber, deseos de él, no han encontrado otro remedio que el de recurrir a los que sabían más que ellas. Un extranjero- seguí- que corre a un país que le es desconocido, para arriesgar en él sus caudales, pone en circulación un capital nuevo, contribuye a la sociedad, a quien hace un inmenso beneficio con su talento y su dinero, si pierde es un héroe; si gana es muy justo que logre el premio de su trabajo, pues nos proporciona ventajas que no podíamos acarrearnos solos. Ese extranjero que se establece en este país, no viene a sacar de él el dinero, como usted supone; necesariamente se establece y se arraiga en él, y a la vuelta de media docena de años, ni es extranjero ya ni puede serlo; sus más caros intereses y su familia le ligan al nuevo país que ha adoptado; toma cariño al suelo donde ha hecho su fortuna, al pueblo donde ha escogido una compañera; sus hijos son españoles, y sus nietos lo serán; en vez de extraer el dinero, ha venido a dejar un capital suyo que traía, invirtiéndole y haciéndole producir; ha dejado otro capital de talento, que vale por lo menos tanto como el del dinero; ha dado de comer a los pocos o muchos naturales de quien ha tenido necesariamente que valerse; ha hecho una mejora, y hasta ha contribuido al aumento de la población con su nueva familia. Convencidos de estas importantes verdades, todos los Gobiernos sabios y prudentes han llamado a sí a los extranjeros: a su grande hospitalidad ha debido siempre la Francia su alto grado de esplendor; a los extranjeros de todo el mundo que ha llamado la Rusia, ha debido el llegar a ser una de las primeras naciones en muchísimo menos tiempo que el que han tardado otras en llegar a ser las últimas; a los extranjeros han debido los Estados Unidos... Pero veo por sus gestos de usted- concluí interrumpiéndome oportunamente a mí mismo- que es muy difícil convencer al que está persuadido de que no se debe convencer. ¡Por cierto, si usted mandara, podríamos fundar en usted grandes esperanzas! [La fortuna es que hay hombres que mandan más ilustrados que usted, que desean el bien de su país, y dicen: «Hágase el milagro, y hágalo el diablo.» Con el Gobierno que en el día tenemos, no estamos ya en el caso de sucumbir a los ignorantes o a los malintencionados, y quizá ahora se logre que las cosas vayan a mejor, aunque despacio, mal que les pese a los batuecos.]

Concluida esta filipica, fuíme en busca de mi Sans-délai.
-Me marcho, señor Figaro- me dijo-. En este país no hay tiempo para hacer nada; sólo me limitaré a ver lo que haya en la capital de más notable.
-¡Ay! mi amigo- le dije-, idos en paz, y no queráis acabar con vuestra poca paciencia; mirad que la mayor parte de nuestras cosas no se ven.
-¿Es posible?
-¿Nunca me habéis de creer? Acordáos de los quince días...
Un gesto de monsieur Sans-délai me indicó que no le había gustado el recuerdo.
-Vuelva usted mañana- nos decían en todas partes-, porque hoy no se ve.
-Ponga usted un memorialito para que le den a usted permiso especial.
Era cosa de ver la cara de mi amigo al oir lo del memorialito: representábasele en la imaginación el informe, y el empeño, y los seis meses, y... Contentóse con decir:
-Soy extranjero-. ¡Buena recomendación entre los amables compatriotas míos!

Aturdíase mi amigo cada vez más, y cada vez nos comprendía menos. Días y días tardamos en ver [a fuerza de esquelas y de volver,] las pocas rarezas que tenemos guardadas. Finalmente, después de medio año largo, si es que puede haber un medio año más largo que otro, se restituyó mi recomendado a su patria maldiciendo de esta tierra, y dándome la razón que yo ya antes me tenía, y llevando al extranjero noticias excelentes de nuestras costumbres diciendo sobre todo que en seis meses no había podido hacer otra cosa sino volver siempre mañana, y que a la vuelta de tanto mañana, eternamente futuro, lo mejor, o más bien lo único que había podido hacer bueno, había sido marcharse.

¿Tendrá razón, perezoso lector (si es que has llegado ya a esto que estoy escribiendo), tendrá razón el buen monsieur Sans-délai en hablar mal de nosotros y de nuestra pereza? ¿Será cosa de que vuelva el día de mañana con gusto a visitar nuestros hogares? Dejemos esta cuestión para mañana, porque ya estarás cansado de leer hoy: si mañana u otro día no tienes, como sueles, pereza de volver a la librería, pereza de sacar tu bolsillo, y pereza de abrir los ojos para ojear las hojas que tengo que darte todavía, te contaré cómo a mí mismo, que todo esto veo y conozco y callo mucho más, me ha sucedido muchas veces, llevado de esta influencia, hija del clima y de otras causas, perder de pereza más de una conquista amorosa: abandonar más de una pretensión empezada, y las esperanzas de más de un empleo, que me hubiera sido acaso, con más actividad, poco menos que asequible; renunciar, en fin, por pereza de hacer una visita justa o necesaria, a relaciones sociales que hubieran podido valerme de mucho en el transcurso de mi vida; te confesaré que no hay negocio que no pueda hacer hoy que no deje para mañana; te referiré que me levanto a las once, y duermo siesta; que paso haciendo el quinto pie de la mesa de un café, hablando o roncando, como buen español, las siete y las ocho horas seguidas; te añadiré que cuando cierran el café, me arrastro lentamente a mi tertulia diaria (porque de pereza no tengo más que una), y un cigarrito tras otro me alcanzan clavado en un sitial, y bostezando sin cesar, las doce o la una de la madrugada; que muchas noches no ceno de pereza, y de pereza no me acuesto; en fin, lector de mi alma, te declararé que de tantas veces como estuve en esta vida desesperado, ninguna me ahorqué y siempre fue de pereza. Y concluyo por hoy confesándote que ha más de tres meses que tengo, como la primera entre mis apuntaciones, el título de este artículo, que llamé: Vuelva usted mañana; que todas las noches y muchas tardes he querido durante ese tiempo escribir algo en él, y todas las noches apagaba mi luz diciéndome a mí mismo con la más pueril credulidad en mis propias resoluciones.- ¡Eh! mañana le escribiré. Da gracias a que llegó por fin este mañana, que no es del todo malo; pero ¡ay de aquel mañana que no ha de llegar jamás!

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El vuelva usted mañana visto desde fuera

En nuestra anterior entrada, "El vuelva usted mañana visto desde dentro", tratábamos sobre la fuerte campaña de opinión dirigida por algunos sectores de la sociedad (muchos de ellos con intereses espúreos, como buena parte de diarios económicos y prensa salmón) en contra de los funcionarios, campaña que está logrando sus primeros logros como el tijeretazo, las congelaciones de las ofertas de empleo público o la eliminación de puestos de trabajo vacantes en la Administración. Este artículo provocó la participación de varios de nuestros lectores mediante numerosos comentarios, por lo que para poder extenderme debidamente en las contestaciones prefiero hacerlo a través de esta entrada



Anonimo1: En el punto 2 te falta decir que muchas (demasiadas) veces el proceso no es transparente y hay "amiguismo", ¿quien pierde años de su vida sabiendo que esto?

@Anonimo1: No estoy de acuerdo en absoluto contigo sobre lo del "amaño" en las oposiciones. El "amiguismo" y nepotismo que comentas, solo lo he visto en ayuntamientos, y pequeños. Las oposiciones para entrar en la A.G.E, en las comunidades autónomas y en la gran mayoría de ayuntamientos (Madrid, Barcelona, Sevilla, Málaga, etc.) son absolutamente límpias y transparentes.

Lo que pasa es que las oposiciones para cuerpos superiores tienen una parte subjetiva, que son las pruebas escritas de desarrollo con su posterior defensa oral, y cuando ahí te quedas fuera, es muy humano (por el principio de negación de Freud) echar las culpas a los demás. Pese a todo, como hemos venido diciendo a través de varias entradas de este blog, la parte subjetiva, la capacidad de convencer a un auditoría, de "venderles tu biblia particular", también se entrena.

Aqui la has clavado, es uno de los grandes problemas de la administracion la incapacidad y falta de etica de los cargos intermedios y altos

@Anonimo1: Tampoco estoy de acuerdo contigo sobre lo de la "falta de ética" de mandos intermedios y altos. Esa falta de ética, si alguna vez la he visto, la he visto en "cargos políticos", y ahí el que falla es el sistema, que curiosamente ha sido diseñado por los políticos.

Un Director General, un Secretario de Estado, a quien sirve es al partido antes que a la generalidad. Y ahí es donde falla el sistema, por no hacer coincidir ambos intereses. Pero un funcionario, desde un jefe de sección, pasando por jefe de servicio o jefe de área, hasta subdirector, tiene un cargo de enorme responsabilidad y con una retribución de casi la mitad de la que tendría en una empresa privada.
El sistema falla porque la promoción está vinculada a la antiguedad, y no a las capacidades.
Un funcionario no puede elegir el destino que mejor se adapta a sus capacidades, sino el que se le oferta de entrada, y el que le oferta los destinos no tiene en cuenta sus capacidades para ofrecerle el puesto que mejor pueda desempeñar. Se supone que el E.B.E.P, que introduce la promoción horizontal sin tener que cambiar de puesto, y los incentivos basados en el desempeño, quiere arreglar este problema. Pero a nuestros políticos les ha interesado más bajarnos el sueldo a todos que desarrollar el E.B.E.P para mejorar el sistema. Como funcionario que eres ahora, espero que cuando llegues a ser cargo intermedio (que con el tiempo sucederá, pues la carrera profesional en la Administración existe, si cumples los requisitos de titulación y de pertenencia a los grupos A1, A2, etc. de los puestos a los que aspires, hagas las cosas mejor que aquellos de los que acusas de falta de ética e incapacidad. Muchas veces la solución está en no buscar lo perfecto, sino en buscar lo mejor que las circunstancias te permiten.

p.d: Por favor quita ya los post automaticos esos con datos de google porque solo generan ruido.

Agradezco tu comentario. En principio, el público principal hacia el que va dirigido este blog es opositores, y pienso que los enlaces extraídos de twitter (porque una persona se ha tomado la molestia de publicarlos en esta Red Social) relacionados con el temario de las Oposiciones TIC pueden ser de interés para aquellos que se las están preparando. No obstante, crearé una encuesta para ver si realmente estas entradas son de utilidad, y si no lo son las moveré a otro blog relacionado, de camino que intento reactivar el wiki con el temario de las Oposiciones.

Juanjo: Y hablando del sector TIC en la Administración, daría mucho que hablar el cómo se está externalizando sistemáticamente todo el trabajo, contratando a empresas proyectos perfectamente realizables por funcionarios, y al doble de coste de nuestras nóminas.


@Juanjo, estoy completamente de acuerdo contigo en que la externalización, siendo necesaria, está muy mal enfocada en la Administración. La externalización de los servicios informáticos es una realidad en todas las empresas cuyo negocio principal no es la Informática. Lo hacen los bancos, las eléctricas, las empresas de distribución de agua, las de intermediación bursatil, etc.
El problema de la Administración nuevamente es que su política de recursos humanos es NEFASTA. Lo sufre cualquiera que haya aprobado una oposición. Una vez apruebas la oposición, es como si empezases otra vez de cero, como si acabases de terminas tus estudios. Pero si revisas nuestra serie de entradas sobre estadísticas de las Oposiciones TIC, verás que en las oposiciones del cuerpo superior TIC la gran mayoría de aprobados suelen tener entre 30 y 40 años. Y a la hora de ofrecer puestos de trabajo a estas personas, no se tiene en cuenta ni su experiencia, ni su expecialización, ni su valía. Con el tiempo, poco a poco estas personas se van reubicando según sus gustos, pero mientras tanto se puede dar el caso de tener plantillas de funcionarios sin experiencia en el trabajo a desempeñar en un destino determinado, por lo que hay que acabar tirando de externalización injustificada. La excusa que se suele poner es que "los funcionarios se acabarán yendo", pero si tienes funcionarios incentivados, a los que puedes remunerar según su desempeño (y no según el puesto de la RPT que ocupen), y a los que formes continuamente, no solo no se irán, sino que rendirán mejor y tendrán menos costes que contratar una empresa.

CHucky: @Anónimo 1: efectivamente; ya es hora de que alguien lo diga. No hay diferencia entre el Estado y cualquier otra empresa. En todos lados hay vagos, mamones, chupópteros y trepas. Los que hemos sufrido la privada lo podemos confirmar.


@Chucky, muchas gracias por el meneo. No puedo estar más de acuerdo contigo sobre esto que comentas. La gente se enfada porque va a la cola del paro o a pedir cita para el médico y tiene que esperar, pero no se fija en lo absolutamente estresado que está el funcionario que lo atiende. Trabajar de cara al público, en una ventanilla, es un trabajo que para mí tiene el mismo o más estrés laboral que un controlador aereo. Las diferencias son tres: el controlador aereo cobra entre 10 y 20 veces más que el Administrativo de ventanilla, del trabajo del controlador dependen vidas humanas y el que está en ventanilla muchas veces tiene que soportar insultos, amenazas cuando no directamente agresiones. Sin embargo, a este funcionario hay que bajarle el sueldo, despedirlo, cuando hay empresas privadas como Telefónica, una de las 5 empresas más ricas de España, que dan un servicio de atención al público nefasto. Y quien dice Telefónica dice las eléctricas, o cualquier otro operador de telefonía o Internet. Pero no, el del vuelva usted mañana es el funcionario. Cualquiera que haya tenido problemas con la conexión a Internet sabe de lo que le hablo.

Lucky: he empezado a leer y no puedo seguir, sin escribir esto.
1ª ¿el hecho de hacer oposiciones da algun derecho de pernada?
2º se entiende que al hacer oposiciones sabes mas que que la media de los españoles. ¿que ocurre que una vez que trabajas en la administracion se te olvida? !porque anda que no hay burros!.
3º DE MEDIA, lo mal que funciona la administracion (justicia sobre todo) y no siempre por culpa de los medios de la administracion publica.
en fin para que seguir....


@Lucky, el echo de aprobar unas oposiciones solo te da derecho a que tus condiciones de trabajo se ajusten a la legalidad, y a que tengas estabilidad en el puesto. Te voy a poner un ejemplo: en la empresa privada echaba horas extra sin cobrar ni ningún otro tipo de compensación bajo amenaza de despido. Muchas veces sin que fueran necesarias, puesto que el proyecto era imposible que llegase a término, no por falta de profesionalidad de los programadores, sino porque el gerente que hacía la oferta no tenía ni idea y ofrecía imposibles, pero había que hacer el paripé. Esas horas extra me dolían, hacían que me sintiese estafado, y que procurase marcharme de la empresa. En la Administración en ocasiones he echado horas extra, también sin cobrarlas (existen las comisiones de servicio, pero no es habitual que se autoricen), pero por motivos diferentes. La propia implicación que tú puedes tener con el proyecto, la necesidad de tener un expediente en plazo, etc. Si no las hubiese echado, no hubiera peligrado mi puesto de trabajo. Si la culpa de que existiese esa necesidad de horas extra la hubiese tenido la mala planificación de un superior, la independencia que me da la condición de funcionario me hubiera permitido hacérselo saber, y negarme a hacer las horas.

Por otro lado, hacer oposiciones no implica que de media sabes más que el resto de los españoles. Implica que tienes una formación de partida para ejercer un determinado puesto de trabajo: conoces la Ley de Contratos, la Ley de Procedimiento Administrativo, la Ley de Acceso Electrónico de los Ciudadanos a los Servicios Públicos, conocimientos que a priori no se te tendrían porque exigir para acceder a otro puesto de tu misma profesión. También implica que has superado un proceso de selección en base a los principios de Igualdad, Mérito y Capacidad. El resto es como la vida misma: un titulo universitario no garantiza que seas inteligente, ni una oposición que no seas un burro (pero sí que has pasado unas pruebas, y que ese puesto no se te ha dado a dedo, como por ejemplo a Ana Botín, directora de Banesto e hija de Emilio Botín, presidente del Santander empresa propietaria de Banesto, que puede ser una tía muy válida pero que está ahí por ser hija de Botín).

Jaime: Sí, os lo habéis ganado por hacer oposiciones, muy bien. Pero eso no explica por qué la gente tiene la sensación de que las personas que hay detrás de las ventanillas trabajan al 60%, y no al 100-120%, como el resto.
Nada en contra de la estabilidad laboral, por supuesto. Pero si eso le sirve al funcionario que tengo delante para hacer su trabajo sin ningún interés en que me sienta bien atendido, tomarse más descansos de los reglamentados, etc., pues sí es reprochable. Y eso hace que toda la administración vaya lenta.


@Jaime, me remito al ejemplo que he puesto antes de la ventanilla. Jamás querría trabajar en una ventanilla dando servicio al público, lo mismo que jamás trabajaría de camarero, o si lo hiciese lo haría siendo el que atiende a la gente después de comer, nunca antes cuando están hambrientos. Para mí, esta gente son auténticos héroes del día a día, y manejan un nivel de estrés muy superior al del resto de mortales que trabajamos en nuestro puesto de Oficina, sin atender al público.

Yo, cuando he ido a Hacienda a que me ayuden a hacer la declaración, al médico a pedir cita, al Registro Civil a inscribir mi matrimonio o el nacimiento de mis hijos, a la Seguridad Social a arreglar los papeles del permiso de paternidad, etc. siempre he sido atendido con gran diligencia, y la persona que está al otro lado siempre ha intentado facilitarme la vida. Lo que pasa es que en la sociedad de hoy todo el mundo tiene prisas, y nadie quiere leerse los procedimientos para hacer correctamente los trámites, echándole la culpa al funcionario que está detrás. Ese trabajo quema mucho más que un trabajo normal de oficina, en el que cuando estás cansado lees el correo u ojeas el periódico online, así que si los controladores tienen sus descansos cada dos horas, esta gente debería también tenerlos.

Me despido agredeciendo a todos vuestra participación.

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El Vuelva usted mañana visto desde dentro

Lamentablemente, desde hace muchísimo los funcionarios estamos sometidos al juicio negativo (por ser benevolentes) de la opinión pública, cuando no al juício sumarísimo.

En una grave situación de crisis económica, desde hacía ya un par de años cierta opinión pública empezó a demandar que había que recortar "privilegios" a los funcionarios, presión mediática y no tan mediática que acabó derivando en el famoso tijeretazo.
Esta corriente, que lamentablemente no por ser injusta deja de ser mayoritaria, como cualquier funcionario puede constatar pulsando la opinión de su círculo familiar y de amigos, no tiene en cuenta una serie de detalles:

1. Que para alcanzar ese estátus de "privilegio" (que por otro lado no es más que la permanencia en el puesto de trabajo, y la estabilidad laboral, algo por lo que deberían luchar el resto de españoles, en vez de luchar por conseguir que un colectivo pierda esa estabilidad) el funcionario ha tenido que sacrificar varios años de su vida para dedicarlos al estudio.

2. Que esta posibilidad está al alcance de cualquier español que cumpla los requisitos para poder participar en el proceso selectivo (titulación, mayoría de edad, no estar inhabilitado para el desempeño del puesto, etc). Lo que pasa es que el paso de preparar unas oposiciones es un paso muy difícil, y no todo el mundo tiene la fuerza de voluntad necesaria para hacerlo. Siempre que me han "echado en cara" los privilegios de los que gozan los funcionarios, he respondido lo mismo ¿por qué no te preparas tú las oposiciones? Tradicionalmente me he encontrado con dos respuestas: no tengo la fuerza de voluntad suficiente para hacerlo (preparar unas oposiciones es difícil y duro, pero criticar a los funcionarios y pedir que se empobrezcan sus condiciones laborales es sencillo), o bien "trabajando en la privada gano mucho más".

3. Por tanto, si el acceso a la condición de funcionario, que está abierto para todo el mundo, y que tantos "privilegios" garantiza, se desecha por el inmenso esfuerzo que supone opositar, y la poca recompensa salarial que ofrece, será que igual dichos "privilegios" no lo son tanto.

4. La figura del funcionario es esencial para el funcionamiento del aparato de la Administración. Este colectivo es el único que aporta racionalidad y equilibrio al funcionamiento de la Administración, pues el personal elegido a dedo sirve siempre al interés del poder político, no al interés general. Es lamentable que "interés del poder político" no converga en este caso con el "interés general".

La bajada del sueldo de los funcionarios (bajada que esperemos que no venga acompañada de más medidas destinadas a la supresión de este colectivo) ha sido una medida aplaudida, pues en España desde hace ya dos siglos existe una fuerte crisis de imágen y confianza de la figura del funcionario.

Tengo que decir que, como persona que ha trabajado tanto en la empresa privada como en la Administración, he visto de todo en todos los sitios. Es cierto que he coincidido con funcionarios no ya con poca profesionalidad, sino con auténticos caras duras. Lo mismo que también me he topado con personal de muy poca valía en la empresa privada. La pena es que la imágen de estos casos, que son los menos, enturbia la de otros funcionarios de gran profesionalidad, por la ausencia de castigo para los unos y de incentivos para los otros.

Lo que es una auténtica injusticia es que paguen justos por pecadores. Las leyes vigentes en materia de función pública ofrecen mecanismos disciplinarios, como las faltas y sanciones, o la remoción en el puesto de trabajo, y también ofrecen mecanismos incentivadores como el complemento de productividad.

El problema es que los encargados de aplicar estas leyes, bien por falta de medios suficientes (no se puede tener a una persona el 100% de su tiempo controlando el trabajo de otra) bien por no querer complicarse la vida no se atreven a hacer uso de estos mecanismos. Esto se traduce en que jamás se expedienta a los que no hacen su trabajo, que se dedican a holgazanear, y a la hora de repartir el complemento de productividad se sigue la política de café para todos, de tal forma que el que sí que hace correctamente su trabajo no solo ve que percibe la misma productividad que el que no lo hace, sino que además tiene que hacer su trabajo y el del otro.

Es muy difícil que un mando intermedio, como un jefe de servicio o un jefe de área, decida tratar de aplicar estos mecanismos de sanción y recompensa, cuando estaría en una situación de "solo ante el peligro" en la Administración, ya que los sindicatos se le echarían encima (por un falso "corporativismo", puesto que lo que hay que hacer precisamente eliminar las células cancerígenas de un organismo enfermo), y el poder político (directores generales para arriba) siempre temeroso de los escándalos trataría de silenciar el tema.

Afortunadamente las nuevas generaciones de funcionarios que se van incorporando a la Administración son generaciones muy preparadas, con gran formación y capacidad de trabajo. En el ámbito de las TIC los cuerpos funcionariales están fuertemente profesionalizados, de tal forma que organismos como la Agencia Tributaria o la Seguridad Social, por poner un ejemplo, están en la élite de la Informática de este país, y sus funcionarios son los auténticos impulsores de su modernización.

Pese a todo, siempre resulta muy difícil luchar contra los tópicos, siendo el tópico que venimos arrastrando los funcionarios desde hace un par de siglos el del "vuelva usted mañana", inmortalizado por Mariano José de Larra en uno de sus célebres artículos costumbristas.

En una próxima entrada me permitiré reproducir este genial artículo, que en realidad era una crítica contra la falta de competitividad del país, pero que a la historia ha pasado por no haber sido bien entendido como un feroz ataque contra los funcionarios.


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